Respirar en las alturas: ciencia detrás del reto de escalar montañas
Explorar la montaña es mucho más que una experiencia física: es un encuentro profundo con los límites del cuerpo, la mente y la naturaleza. Para quienes han sentido el aire volverse más escaso o el sol más agresivo a medida que ascienden, existe una razón científica detrás de estas sensaciones.
En este artículo te explicamos por qué cuesta respirar más y cómo los rayos UV se intensifican a mayor altitud. Comprender estos fenómenos te prepara mejor para tu próxima aventura y refuerza el respeto por el entorno natural al escalar montañas.
El aire en la cima: menos oxígeno, más esfuerzo

A nivel del mar, el aire que respiramos está compuesto por aproximadamente un 21% de oxígeno. Esta proporción se mantiene en altitudes elevadas, pero lo que cambia es la presión atmosférica.
A medida que ganamos altura, el aire se vuelve menos denso, lo que significa que cada bocanada contiene menos moléculas de oxígeno.
Por ejemplo, en la cima del Pico de Orizaba —la montaña más alta de México— hay cerca de un 40% menos oxígeno disponible en comparación con el nivel del mar.
Esta reducción impacta directamente al cuerpo. Los músculos se fatigan más rápido, el corazón late con mayor fuerza y la respiración se acelera. Esta condición se conoce como hipoxia hipobárica y es la razón por la que muchas personas experimentan mareo, fatiga o dolor de cabeza cuando están en altitudes superiores a los 2,500 metros.
El cuerpo humano, sin embargo, es una máquina adaptable. Con el tiempo, comienza a producir más glóbulos rojos para transportar oxígeno de manera más eficiente.
Este proceso, llamado aclimatación, es clave para cualquier expedición que implique escalar montañas, ya que permite realizar esfuerzos sostenidos con menor riesgo de sufrir el llamado “mal de altura”.
Rayos UV: un enemigo invisible que se intensifica

Otro fenómeno que acompaña la altitud es la mayor exposición a la radiación ultravioleta (UV).
Por cada 1,000 metros de ascenso, los niveles de radiación UV aumentan entre un 10 y 12%. Esto se debe a que la atmósfera, al volverse más delgada en las alturas, filtra menos rayos solares.
Sumado a esto, en ambientes montañosos suele haber nieve o hielo, que reflejan hasta un 80% de los rayos UV, amplificando su efecto.
El resultado: mayor riesgo de quemaduras solares, daños oculares (como queratitis solar) e incluso problemas a largo plazo como envejecimiento prematuro de la piel o cáncer cutáneo.
Por eso, al escalar montañas, no solo es importante llevar ropa técnica que proteja del frío, sino también bloqueador solar de amplio espectro, lentes con filtro UV y gorros o buffs que protejan rostro y cuello.
La montaña exige respeto, y la radiación solar es uno de sus desafíos menos evidentes, pero más serios.
Preparación: la clave para una aventura segura
En Nomad Adventures, creemos que la verdadera conexión con la naturaleza comienza con el conocimiento. Saber cómo responde tu cuerpo a la altitud y cómo protegerte de los rayos solares no solo te permite disfrutar más la aventura, sino que también minimiza riesgos y fortalece tu vínculo con el entorno.
Escalar montañas no es únicamente un desafío físico; es una oportunidad para redescubrirte, adaptarte y superarte.
Es un llamado a salir de la rutina, a respirar profundo incluso cuando el oxígeno escasea, y a sentir la libertad en su forma más pura. Pero como toda aventura, requiere preparación, conciencia y respeto por los límites del cuerpo y la montaña.
Así que la próxima vez que mires hacia una cumbre lejana, recuerda: hay ciencia detrás del aire que falta y del sol que quema. Y también hay sabiduría en detenerte, observar, adaptarte… y continuar.